En junio tuve el privilegio de asistir a la Exposición de Tailandia, y fue una experiencia que me dejó una huella indeleble.

Nada más entrar en el recinto ferial, me sorprendió la vibrante y diversa muestra de productos y culturas. La exposición era un microcosmos del rico patrimonio, la innovación moderna y el espíritu emprendedor de Tailandia.

Los stands eran una delicia visual, cada uno meticulosamente diseñado para mostrar la oferta única de las empresas tailandesas. Había una mezcla perfecta de lo antiguo y lo nuevo: desde artesanía elaborada que reflejaba la larga tradición artesanal del país hasta productos tecnológicos de última generación.

El pabellón de exposición de guantes de seguridad es un bullicioso centro de actividad. Nada más entrar, se respira un ambiente vibrante. Las paredes están decoradas con grandes pósters de trabajadores que llevan guantes en diversos entornos industriales, lo que pone de relieve la practicidad y el amplio campo de aplicación de los guantes.

Lo que más me impresionó, sin embargo, fue la calidez y hospitalidad de los expositores tailandeses. No sólo estaban deseosos de promocionar sus productos, sino también de compartir sus historias, culturas y tradiciones. Sus amables sonrisas y sus amenas conversaciones hicieron que la experiencia fuera algo más que un acto comercial: fue un intercambio cultural.